En las calles de la ciudad aún se observan imágenes que «idolatran» a Pablo Escobar, un persona que es amado por unos, odiado y repudiado por otros
En los territorios, lugares y calles en los que la violencia tomó poder por muchos años, en los que aún los líderes sociales, las madres y familiares de víctimas desde hace más de dos décadas hacen llamados de atención y piden auxilio para que llegue la justicia antes de morir, en las que abundan mensajes de paz, reconciliación y mucha unión por la comunidad, aún quedan rezagos de una etapa de Medellín que juramos vencer pero no olvidar.
La frase que se ha vuelto común, esa de «El que no conoce su historia está condenado a repetirla», es el miedo constante a enfrentar. La violencia ha tocado la puerta de miles de hogares en la ciudad que los ha dejado tan desamparados, inestables e incluso sin dirección alguna; esos son los que han enfrentado la perpetuidad de las acciones cobardes de los grupos delincuenciales armados. Para otros, esa historia se convirtió en un simple hecho del cual sacar provecho.
La problemática en Medellín radica en venerar, en defender lo indefendible.
En la Comuna 13 de Medellín, un territorio que por años sufrió las consecuencias de la violencia, que hasta ahora, han trabajado inalcanzablemente por recuperar los hogares, por darle un nuevo sentido, una nueva forma de vida a los habitantes que, lo perdieron todo sentimentalmente, en sus calles, que son visitadas por miles de turistas a diario, el panorama sea observar prendas de vestir, alimentos, entre otras cosas con la imagen de una de las personas más buscadas en Colombia y que para algunos, el hombre que más daño le hizo a Medellín.
Durante la época de Pablo Escobar, la ciudad alcanzó los índices de violencia más altos, incluso, fue la ciudad más violenta del mundo, esa que los turistas no querían visitar y a la que los gobiernos no querían ni llegar por temor de darle control a algo que se les había salido de las manos. Ahora vemos una Medellín cambiada, entre comillas, porque nada es perfecto, pero sí, muy trabajada, luchada y que desde todos los aspectos sociales y culturales se ha buscado la manera para fortalecerla.
No solo esta problemática se divisa en la Comuna 13, también en El Poblado y en otras zonas que se convirtieron hace ya más de una década en lugares turísticos y de mucha afluencia de visitantes.
¿Qué estamos haciendo cómo sociedad para perpetrar un dolor y una problemática social?
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